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Diferente pollera para la misma paisana.


Desde el cuarto escucho a mi hija de once años reir durante un sketch de la Paisana Jacinta. Me acerco y le pregunto de quĂ© se rĂ­e. Se inicia una conversaciĂ³n que se repite por puchos a lo largo del dĂ­a: en el auto, en la mesa, en la calle.

Dentro de la conversaciĂ³n, mi primera lĂ­nea de argumentos: el humor tonto, bĂ¡sico y fĂ¡cil. De mala calidad, sin gracia, en resumen intentaba convencerla de la mala calidad del producto que estaba consumiendo y que, de alguna manera, le causaba risa. Fue fĂ¡cil que ella decidiera que yo no calificaba para jurado de ningĂºn tipo de programa que fuera interesante para ella o sus congĂ©neres. Un error de estrategia: los peones habĂ­an comenzado en mala posiciĂ³n y ahora la niña me tenĂ­a en jaque. 

Cuando criticamos el humor de este personaje, muchas veces hacemos lo mismo que yo y cometemos el error de calificarlo. Cientos de adjetivos han llovido en las redes sobre el bodrio, que es chato, ramplĂ³n, de Ă­nfima categorĂ­a, basura, facilista y una serie de adjetivos que muchas veces nos colocan, a quienes lo vemos como dañino, en una posiciĂ³n fĂ¡cil de atacar con cualquier argumento poco profundo y primarioso. Hemos visto cĂ³mo intentan rebatir, desde esa posiciĂ³n, a una confundida estudiante de filosfĂ­a, que intenta hilvanar palabras en un pasquĂ­n auspiciado por un grupo de conservadores; hasta al periodista por encargo, desde la misma casa de JB, lanzando cuchillos a quienes intentan criticar el programa de la Paisana.



Nos ponemos en bandeja pues. La crĂ­tica contra la Paisana Jacinta no debe ir por criticar si es vulgar o si los guiones son bĂ¡sicos, previsibles y repetitivos. Eso es justamente parte de la propuesta del programa y de la libertad que tenemos todos para elegir consumir o no chatarra. Es de ahĂ­ desde donde se van a agarrar quienes fungen de "liberales" o de defensores de la empresa que les paga el sueldo.

Hoy la congresista de procedencia andina, Hilaria Supa, ha recibido una andanada de insultos racistas por las redes sociales luego de pedir que se levantara del aire el programa de marras. Este tipo de programas conecta al personaje de ficciĂ³n (a la Paisana Jacinta), con la gente que no tuvo al castellano como lengua materna, a quienes vienen de la sierra, a quienes usan una vestimenta particular de una zona geogrĂ¡fica diferente a Lima (a "las paisanas", como Hilaria Supa) y crea un vĂ­nculo que se refuerza en cada sketch, en cada chiste, en cada broma que se repite hasta el hartazgo; con cada adaptaciĂ³n de esta dinĂ¡mica en el colegio, en la universidad, en el trabajo. Aparece "la paisana real" y es fĂ¡cil conectar con el insulto que los personajes dan a la de ficciĂ³n: "¡tĂº quĂ© vas a saber oye llama!" o escribir en el facebook, insultando a la congresista de carne y hueso, pero paisana al fin: "¡anda serrana regresa a tu tierra!

La historia del humor estĂ¡ llena de estereotipos. Es la caricatura lo que nos da risa, la ruptura de lo normal, de lo cotidiano: la exageraciĂ³n. Lo que pasa con La Paisana Jacinta, y lo que debemos criticar, es que estamos fortaleciendo un estereotipo proveniente del racismo, con el que se califica de manera negativa a una persona (o grupo de personas) por su origen, costumbres e idioma.




En un experimento se pide que dos hombres intenten abrir un auto con un alambre en medio de la calle, uno de ellos es blanco y el otro negro. El blanco intenta levantar el seguro mientras la gente pasa sin que les llame mucho la atenciĂ³n. Al cabo de un rato lo logra, enciende el auto y se va. En otro momento, en la misma calle, el negro comienza a tratar de abrir la puerta. Al minuto la gente se pasa la voz. En menos de dos o tres minutos el pobre chico es arrestado a pesar de que grita que el auto es suyo y los documentos estĂ¡n dentro del mismo.

¿Por quĂ© habrĂ¡ pasado esto? MarĂ­a Fernanda (mi hija): "Porque en las pelĂ­culas siempre vemos a los negros como ladrones y delincuentes". 

Hay programas de humor para niños, para adultos, para tontos e inteligentes. Para gente que no quiere pensar, para gente que sĂ­. Argumentar sobre el problema de la Paisana Jacinta y los demĂ¡s programas que denigran y restan legitimidad a grupos por su gĂ©nero, origen o idioma criticĂ¡ndolos por su "tipo de humor" o poniendo en duda su "calidad", es ponernos el bonete de "intelectual" y nos hace presa fĂ¡cil de quienes intentan descalificar nuestros argumentos desde el punto de vista comercial y de la "liberalidad". 

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