Header Ads

Al ritmo de la tecnofobia



Echarle la culpa a los Millennials de este pseudomovimiento anti 5G, no solo es vano sino injusto. En primer lugar porque algunos militantes que impulsan la destrucción de antenas no son tan jovencitos, (lo mismo para quienes buscan prohibir vacunas o banear al tio Gates por pretender clavarnos un microchip - que no tendría ningún sentido cuando el chip ya lo tenemos en la mano, siempre actualizado, nuevo y nunca nos separamos de él) pero sobre todo porque el miedo a las nuevas tecnologías está con el ser humano tal vez desde que la recién inventada rueda pasara por encima de algún pie sumerio.


A mediados del siglo XVIII la aparición de la máquina de vapor aceleró la historia, transformando el mundo económica, tecnológica y socialmente. No es coincidencia que en plena Belle Époque (1871 - 1914), se viviera una especie de proto globalización de la economía (influencia europea en el mundo, industrialización y comercio con colonias de América Latina y con China, además de una mayor velocidad en las comunicaciones) generándose nuevas costumbres, deseos y temores en los ciudadanos que luego eran tema de conversación en los salones, para posteriormente desperdigarse por el mundo en forma de chismes de la socialité y artículos noticiosos. Los influencers y las redes sociales de la época, en realidad no hay nada nuevo bajo el sol.

Foto: news.sky.com

Uno de estos bulos, nacido previo a estos cotorreos, versaba sobre el tremendo daño que representaba el ferrocarril. Esas vías de acero sostenidas sobre maderos, como cruces apocalípticas que desaparecían hacia el infinito, conminaban la tranquilidad de comunidades tradicionales y amenazaban con traer perniciosas costumbres foráneas.  Médicos y científicos de la época se aventuraron aún más, y comenzaron a escribir sobre los “peligros” a los que estaba expuesto el cuerpo humano si era sometido a esas tremendas velocidades: no era natural y había el riesgo de morir asfixiados si se sobrepasaba los 32 kilómetros por hora. Otros hablaban del trauma físico por la aceleración y desaceleración o que la vibración desarrollaría en las personas daño mental.

Así pasó el siglo y, salvo algún accidente o descarrilamiento, nada pareció mantener encendido el chismorreo apocalíptico. Los hechos cumplieron con desmentirlo o simplemente fue reemplazado por otro: el compositor de marchas militares norteamericano, John Philip Sousa, escribía en 1906 sobre el fonógrafo: “Preveo un marcado deterioro de la música, una interrupción del desarrollo musical del país y gran cantidad de otros daños [...] por virtud, o mejor dicho, por vicio, de la proliferación de las máquinas reproductoras de música”.

Podríamos atribuirlo a que era un conocido cascarrabias o un franco temor a pasar de moda. Pero la verdad coincidía con lo que en en Europa hacía temblar a los más crédulos, la inminencia de una perniciosa tecnología: “las ondas hertzianas”. En simple, por la proliferación de antenas de radio.

Sequías, inundaciones e incluso terremotos, eran atribuidos a estas ondas que “enfriaban” o “calentaban” el aire (según el desastre) y dañaban el campo y la agricultura. Además se les atribuyó efectos sobre la mente como alucinaciones y otros trastornos. Los reclamos en el ámbito rural tuvieron un paralelo en las grandes ciudades, sobre todo en Londres, que dejaba atrás el uso de la energía térmica para dar paso el reinado de la electricidad. ¡Ahora a tumbarse la red eléctrica!

La revista Judge ofreció la propuesta irónica de que los trajes de goma ofrecían el único medio de protegerse a uno mismo (y a los animales) de los peligros de una descarga eléctrica.
Grandes afiches de personas electrocutadas, marañas de cables sobre torres apocalípticas, rayos, calaveras, una campaña de terror auspiciada por el lobby del gas y acogida por quienes se sentían cómodos con el carbón y las máquinas a vapor. Si bien es cierto que la red eléctrica conllevaba ciertos peligros en cuanto a seguridad, eran probablemente menos que las explosiones e incendios que ocurrían, sobre todo en zonas de clase trabajadora o industriales, en calderas o instalaciones que utilizaban gas.

Una mujer con mascarilla durante la pandemia de la mal llamada gripe española. HULTON DEUTSCH GETTY


Hoy, cien años después de una pandemia, estamos en el mismo sitio y con el mismo miedo post virus: preguntándonos si el mundo será el mismo, si podremos ser los de antes. Asomarse a los salones (hoy virtuales) en los que se habla de una nueva tecnología apocalíptica, revisar algunos medios que toman como ciertos estos temores y gente que incendia la pradera ante lo desconocido, despeja un poco la duda. No hay aprendizaje ni vacuna, siempre seremos vulnerables a la tecnofobia.

Aplicando traductor online:
"Año 1929 Sale todos los domingos. Campesinos insatisfechos con la radio. El duro invierno de este año causó grandes daños a los campesinos, destruyendo los cultivos y la vid. Al reflexionar sobre las causas de las heladas, los campesinos llegaron a la conclusión de que la culpa de todo es de la radio, porque las ondas de radio, en su opinión, enfrían el aire. Algunos campesinos afirman que las antenas atraen el invierno y es por eso que comenzaron a romper masivamente las antenas de las emisoras de radio rurales. La campaña "antiantenas" es muy peligrosa en el campo."



Referencias:

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.