Octubre: MÁS incienso, MÁS turrón y ¡MÁS choros...! (PARTE 2)
Regresemos al año 1998 de nuestro señor, y trasladémonos al banco de Dionisio en la agencia Pardo de Miraflores.
Imaginemos a un Lobito atendiendo muy amablemente y risueño la ventanilla número 13, el de la suerte según Susy Díaz.
Un día de octubre, normal y tranquilo. Feliz de que la procesión se quede en el centro de la ciudad y no perturbe la tranquilidad de uno de los pocos distritos bellos de nuestra capital.
Cuando en eso llega a mi ventanilla un tipo delgado, con corte militar y acompañado de un chiquillo pelirrojo de acento selvático. El colorao me pregunta por J.C.
J.C. era el administrador de la agencia, un tipo criollón, amiguero y de la pandilla del Cacharrón. Nunca he visto grupo de borrachos que chupe de manera tan seria y circunspecta. Parecía una obligación o ritual.
Todos los jueves y viernes se iban a la calle de las pizzas, donde pedían fiado y mantenían cuentas astronómicas. Como yo no tomo mucho, los dejaba ahí. Iba al cine, salía, me iba a comer y después, bien tarde, pasaba por ahí. Los encontraba en la misma pose sólo que con veinte jarras más sobre la mesa. Sin moverse. Sólo chupaban. El Cacharrón de vez en cuando se dormía con el vaso en la mano y cuando despertaba decía "¡Salud, salud!", chupaba y volvía a dormir. Así, alcoholizándose, se la pasaban hasta el día siguiente.
- J.C., te buscan. Dice que es tu primo.
-¿Mi primo...?
J.C. abraza pelirrojo. Él le presenta al flaco. Conversan. J.C. nos llama.
- Chicos esta es una súper oportunidad. El patita que ha venido con mi primo es tombo (policía) y trabaja en Aduanas. Acaban de incautar un cargamento de electrodomésticos que iban a ser comercializados en noviembre para Navidad. Y nos dice que su jefe tiene acceso al almacén y nos vende a precio huevo lo que querramos: tiene televisores, nintendos, equipos de música... ¡de todo!
- ¿Como a cuanto está un tele a ver? - Cacharrón siempre al punto y al blanco (o a la raya blanca, depende)
- Mira ve, aquí está la lista de precios... TV a color 29 pulgadas... ¡cientocincuenta dólares cuñao!
El chato se iba a casar y sabiamos que estaba medio gastadito. Entonces acotó:
- Chévere tío... pero ¿cómo hacemos los que no tenemos ahorita para pagar después?
- Ya, hay que armar una comisión. Hacemos una chanchita, sacamos plata de la caja y quien no tiene se presta y compramos ya los regalos de Navidad.
Emoción general. Se creó la comisión. Los elegidos fuimos el chato (habilidoso y mosca, hijo de tombo. Se sabía todo sobre la psicología del hampa) y yo (siempre metido donde no debo estar. Elegido por ser el más grande y por si al chato lo veían muy chato...).
Todos los cajeros y las secretarias entraron en la colada. Así logramos reunir mil quinientos dólares.
Partimos con el dinero, el primo y el tombo en un taxi. El tombo era bien buena gente, nos contaba todo lo que se incautaba en estos operativos. Nos contó anécdotas varias e incluso nos dijo que había estado de amanecida escribiendo un "atestado" que tenía que presentar esa misma tarde después de la "transacción". Atestado que portaba en la mano, dentro de un sobre manila.
Llegamos a la avenida España y nos bajamos en la esquina. A una cuadra se encuentra un cuartel de la policía, que antes fue la tristemente célebre cárcel del Sexto.
- Espérenme aquí, yo entro solo porque al capitán no le gusta que "le hagan mucha luz", ustedes saben cómo son estas cosas.
- Ya choche, normal.
Respondió el chato con su mejor pose de (mini) hombre de mundo.
- Causa - le dijo al primo - ¿me guardas el atestado?
- Ya normal- responde el colorao haciéndose del sobre manila.
Todo estaba saliendo a la perfección: un par de televisores, dos equipos de música, un nintendo y unas cuántas cosas más. Esa iba a ser una Navidad diferente, feliz. Toda la familia con super regalos. J.C. Tenía razón.
- Pero voy a tener que llevarle "alguito" al capi para que "vea" pues.
- ¿Alguito? ¿como cuánto?- le pregunté
- No sé, su voluntad. No todo, no, para que no haiga dudas pe. Alguito como pa que vea que es serio pé.
- Chato, ¿cuánto le damos?
- No sé pues, ¿la mitad será no?
Antes de partir calle abajo, rumbo al Sexto, el flaco nos dijo que esperáramos unos veinte minutitos.
Luego de cuarentaicinco, seguíamos tranquilos ya que el colorao estaba ahí con el bendito atestado. Hasta que al chato se le ocurre romper el aburrido silencio:
- Colorao, ¿de dónde conoces a este pata?
- Eh... yo... lo conocí ayer en un tono...
El corazón me dió un vuelco.
- ¿¿Qué?? ¿No es tu pata?
- No... recién lo conozco...
El colorao estaba más pálido que teta de monja. El chato montó en cólera y, señalando el sobre del atestado, dijo:
- ¡Abre ahorita esa vaina!
Sin moverse el colorao respondió:
- Ya la abrí... sólo hay un periódico... yo también le di plata...
Media hora nos pasamos revisando en vano cuanto edificio asqueroso y cuchitril de mala muerte hay en la zona. Buscamos en miles de rostros mientras el verdadero recuerdo del estafador se desvanecía entre la multitud de fieles que seguían al Cristo Morado. Entre el mar de gente los tres seres más huevones de la creación habian experimentado la fe. La más absurda, falsa y avergonzante fe que hayamos sentido en nuestra vida.
Tanta como para donar setecientos cincuenta dólares al representante, aquí en la tierra, de San Pendejo.
Cruzamos delante de la imagen (cruzar es un decir... no se podía ni caminar entre la multitud) y decidimos regresar al banco y explicarle a todos que no se habían equivocado: ibamos a pasar una Navidad diferente.
Bien misios.
Gracias, Señor de los Milagros, por enseñarnos el verdadero sentido de la Navidad: la unión familiar alrededor de la mesa. Sin panetón, sin pavo, sin regalos.
Gracias por recordarme lo chévere que puede ser reventar cohetes así, recontra misio, como los chibolos de la cuadra.
Imaginemos a un Lobito atendiendo muy amablemente y risueño la ventanilla número 13, el de la suerte según Susy Díaz.
Un día de octubre, normal y tranquilo. Feliz de que la procesión se quede en el centro de la ciudad y no perturbe la tranquilidad de uno de los pocos distritos bellos de nuestra capital.
Cuando en eso llega a mi ventanilla un tipo delgado, con corte militar y acompañado de un chiquillo pelirrojo de acento selvático. El colorao me pregunta por J.C.
J.C. era el administrador de la agencia, un tipo criollón, amiguero y de la pandilla del Cacharrón. Nunca he visto grupo de borrachos que chupe de manera tan seria y circunspecta. Parecía una obligación o ritual.
Todos los jueves y viernes se iban a la calle de las pizzas, donde pedían fiado y mantenían cuentas astronómicas. Como yo no tomo mucho, los dejaba ahí. Iba al cine, salía, me iba a comer y después, bien tarde, pasaba por ahí. Los encontraba en la misma pose sólo que con veinte jarras más sobre la mesa. Sin moverse. Sólo chupaban. El Cacharrón de vez en cuando se dormía con el vaso en la mano y cuando despertaba decía "¡Salud, salud!", chupaba y volvía a dormir. Así, alcoholizándose, se la pasaban hasta el día siguiente.
- J.C., te buscan. Dice que es tu primo.
-¿Mi primo...?
J.C. abraza pelirrojo. Él le presenta al flaco. Conversan. J.C. nos llama.
- Chicos esta es una súper oportunidad. El patita que ha venido con mi primo es tombo (policía) y trabaja en Aduanas. Acaban de incautar un cargamento de electrodomésticos que iban a ser comercializados en noviembre para Navidad. Y nos dice que su jefe tiene acceso al almacén y nos vende a precio huevo lo que querramos: tiene televisores, nintendos, equipos de música... ¡de todo!
- ¿Como a cuanto está un tele a ver? - Cacharrón siempre al punto y al blanco (o a la raya blanca, depende)
- Mira ve, aquí está la lista de precios... TV a color 29 pulgadas... ¡cientocincuenta dólares cuñao!
El chato se iba a casar y sabiamos que estaba medio gastadito. Entonces acotó:
- Chévere tío... pero ¿cómo hacemos los que no tenemos ahorita para pagar después?
- Ya, hay que armar una comisión. Hacemos una chanchita, sacamos plata de la caja y quien no tiene se presta y compramos ya los regalos de Navidad.
Emoción general. Se creó la comisión. Los elegidos fuimos el chato (habilidoso y mosca, hijo de tombo. Se sabía todo sobre la psicología del hampa) y yo (siempre metido donde no debo estar. Elegido por ser el más grande y por si al chato lo veían muy chato...).
Todos los cajeros y las secretarias entraron en la colada. Así logramos reunir mil quinientos dólares.
Partimos con el dinero, el primo y el tombo en un taxi. El tombo era bien buena gente, nos contaba todo lo que se incautaba en estos operativos. Nos contó anécdotas varias e incluso nos dijo que había estado de amanecida escribiendo un "atestado" que tenía que presentar esa misma tarde después de la "transacción". Atestado que portaba en la mano, dentro de un sobre manila.
Llegamos a la avenida España y nos bajamos en la esquina. A una cuadra se encuentra un cuartel de la policía, que antes fue la tristemente célebre cárcel del Sexto.
- Espérenme aquí, yo entro solo porque al capitán no le gusta que "le hagan mucha luz", ustedes saben cómo son estas cosas.
- Ya choche, normal.
Respondió el chato con su mejor pose de (mini) hombre de mundo.
- Causa - le dijo al primo - ¿me guardas el atestado?
- Ya normal- responde el colorao haciéndose del sobre manila.
Todo estaba saliendo a la perfección: un par de televisores, dos equipos de música, un nintendo y unas cuántas cosas más. Esa iba a ser una Navidad diferente, feliz. Toda la familia con super regalos. J.C. Tenía razón.
- Pero voy a tener que llevarle "alguito" al capi para que "vea" pues.
- ¿Alguito? ¿como cuánto?- le pregunté
- No sé, su voluntad. No todo, no, para que no haiga dudas pe. Alguito como pa que vea que es serio pé.
- Chato, ¿cuánto le damos?
- No sé pues, ¿la mitad será no?
Antes de partir calle abajo, rumbo al Sexto, el flaco nos dijo que esperáramos unos veinte minutitos.
Luego de cuarentaicinco, seguíamos tranquilos ya que el colorao estaba ahí con el bendito atestado. Hasta que al chato se le ocurre romper el aburrido silencio:
- Colorao, ¿de dónde conoces a este pata?
- Eh... yo... lo conocí ayer en un tono...
El corazón me dió un vuelco.
- ¿¿Qué?? ¿No es tu pata?
- No... recién lo conozco...
El colorao estaba más pálido que teta de monja. El chato montó en cólera y, señalando el sobre del atestado, dijo:
- ¡Abre ahorita esa vaina!
Sin moverse el colorao respondió:
- Ya la abrí... sólo hay un periódico... yo también le di plata...
Media hora nos pasamos revisando en vano cuanto edificio asqueroso y cuchitril de mala muerte hay en la zona. Buscamos en miles de rostros mientras el verdadero recuerdo del estafador se desvanecía entre la multitud de fieles que seguían al Cristo Morado. Entre el mar de gente los tres seres más huevones de la creación habian experimentado la fe. La más absurda, falsa y avergonzante fe que hayamos sentido en nuestra vida.
Tanta como para donar setecientos cincuenta dólares al representante, aquí en la tierra, de San Pendejo.
Cruzamos delante de la imagen (cruzar es un decir... no se podía ni caminar entre la multitud) y decidimos regresar al banco y explicarle a todos que no se habían equivocado: ibamos a pasar una Navidad diferente.
Bien misios.
Gracias, Señor de los Milagros, por enseñarnos el verdadero sentido de la Navidad: la unión familiar alrededor de la mesa. Sin panetón, sin pavo, sin regalos.
Gracias por recordarme lo chévere que puede ser reventar cohetes así, recontra misio, como los chibolos de la cuadra.
6 comentarios
a la reputamadre con el spam y a la reputamadre con el huevonaso del colorado, el chato y usted don lobo!
pero que tal pasada! elaborada pero eficaz.
me imagino la cara de huevones a la vela al llegar al bcp y explicar el chongaso, jajajaja.
con gente asi hasta la madre teresa hubiera perdido la fe por la raza humana!
Sí, carajo. Pero pasamos una navidad unida y familiar. Con una cara de huevonazo como para canonización.
de pelicula...(plop?)
hasta donde estamos llegando, (y eso que fue hace años...)
caracho como dice mi viejita...tanta inteligencia para hacer ese tipo de huevadas,
y luego por que uno reniega..
Saludos.
J.
solo puedo decir : QUE WEBONES....
QUE LORNASSSS!!!
ay, lobito...
que lornas.
"que el verdadero sentido de la navidad"
las huevas pues, lobo, qué más te quedaba decir.
me has dado una lección.
un beso.
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