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El tesoro de Atabalipa.

"—Decidme, Sir John —preguntĂ³ Burthon—. ¿Es grande ese tesoro?
—Es inmenso, Burthon; tan inmenso, que con Ă©l se podrĂ­a comprar Nueva York con todos sus buques.
—¿De quiĂ©n es ese tesoro? —preguntĂ³ O’Connor.
—Escuchadme, amigos. Hacia el año 1525 muriĂ³ Huauna-Capac, emperador del PerĂº, dejando a su hijo Huascar el Imperio, y a su hijo Atabalipa el reino de Quito. Durante cinco o seis años los dos hermanos vivieron en paz, pero despuĂ©s nacieron entre ellos rivalidades que les llevaron a una cruelĂ­sima guerra fratricida. Huascar, envidioso de la popularidad de su hermano, y aguijoneado por la ambiciĂ³n, le intimĂ³ a que le cediese el reino de Quito. NegĂ³se a ello Atabalipa, y la guerra estallĂ³ encarnizadĂ­sima por ambas partes. El rey de Quito, joven, gallardo, generoso y capitĂ¡n habilĂ­simo, derrotĂ³ a las tropas imperiales en varias batallas, conquistĂ³ una a una las ciudades del Imperio y logrĂ³, por Ăºltimo, apoderarse de su hermano, al cual mandĂ³ prisionero a Casamassca.

El desgraciado Emperador poseĂ­a tesoros inmensos, heredados de su padre, y los habĂ­a hecho esconder en un lugar conocido sĂ³lo por Ă©l y por algunos de sus fidelĂ­simos curachis [5], habiendo hecho matar a los hombres que los habĂ­an conducido; asĂ­, cuando Soto y Barca, capitanes de Francisco Pizarro, conquistador del PerĂº, le visitaron, Ă©l les ofreciĂ³ estos tesoros a cambio de su libertad. Mas, por desgracia, Atabalipa tuvo barruntos de este ofrecimiento, y temeroso de que Huascar, una vez libre, se pusiese nuevamente en campaña, le hizo estrangular secretamente por el general Quiezquiez.

En vano los españoles buscaron los tesoros; en vano dieron tormento a varios curachis esperando arrancarles el secreto; los tesoros jamĂ¡s fueron hallados, sin que tuviesen mejor suerte las expediciones emprendidas con este fin en diversas Ă©pocas por audaces aventureros.

Este documento, amigos mĂ­os, nos señala el camino para llegar a uno de esos escondites, quizĂ¡ el principal, y aun el Ăºnico donde se hallan los tesoros.

—Entonces, es preciso encontrar esos tesoros —dijo Burthon.
—¿Pero dĂ³nde se hallan? —preguntĂ³ Morgan.
—Escuchadme, amigos —dijo el ingeniero, extendiendo el precioso documento..."

AquĂ­ estoy, reencontrĂ¡ndome con el antiguo amigo #EmilioSalgari.

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