La primavera de la esperanza, el invierno de la desesperación.
«Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno; era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal»
El otro día conversábamos con Manu sobre la vigencia de este primer párrafo de Dickens en "Historia de dos ciudades". Escrito hace 160 años (sobre una historia de hace más de 230 años), parece describir un impensable futuro: nuestro presente. Tranquilamente podría ser el inicio de una novela de ciencia ficción.
No hay manera de zafarse luego de comenzar a leer esas primeras líneas, son insuperables y no es que conecte particularmente con nuestro tiempo, sino que funciona en todos los tiempos, "los hoy" son siempre mejores y peores que el ayer. El presente de cualquier época tiene avances que dan esperanza pero, a la vez, situaciones que llenan de desazón. Otras son simplemente fatalidades y delirios que nos recuerdan de lo que somos capaces, a pesar de todo lo avanzado.
Es eso lo que la hace, además de universal, atemporal. Es, como en el caso de "Los Miserables", en donde más que personajes podemos encontrar arquetipos, la historia de la humanidad.
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