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Te veo desde arriba, no sĂ© por quĂ©. Es un recuerdo que no tuve, sin embargo me asalta cada cierto tiempo hace mĂ¡s de 40 años. Intento serle esquivo, confundirlo, mover algunos muebles y trastos en mi mente para taparle el paso, pero me agoto. Hoy, me encuentra particularmente cansado y le abro la puerta. Me siento con Ă©l y vemos juntos aquel instante que no estuve ahĂ­, pero que recuerdo a la perfecciĂ³n.

Da la impresiĂ³n que estĂ¡s cĂ³modo sobre el asfalto tibio, iluminado por la desgracia y la luna. Yo no siento nada, estoy fascinado mientras desciendo entre los Ă¡rboles. 
Observas las estrellas bailar borrosas, las miras sin verlas, como quien al fin va encontrando respuestas eternas. A tu lado gritos, algunos desesperados y sorprendidos por tu calma. Es que ellos no saben que siempre fuiste asĂ­. Lo observabas todo, calmado y tranquilo. Seguro estĂ¡s pensando en ellas, en mĂ­ y en tu inapelable trĂ¡nsito hacia la oscuridad, aquella hacia donde avanzas a borbotones. El charco va enmarcando tu cuerpo, ahora eres una isla silenciosa, en medio de gritos que cada vez son mĂ¡s sordos para ti. SĂ© que sabes lo que significa. SĂ© que sabes que no habrĂ¡ retorno, porque tĂº eres asĂ­: todo lo sabes y, en silencio, todo te preocupa. Por eso aquellos pendientes laceran tu mente mĂ¡s que aquel acero en tus entrañas. Luego de un rato ya no calculas ni te preocupas. Solo hay imĂ¡genes. Las veo en tus ojos, como en una proyecciĂ³n, mientras sigo en el viento, en remolinos, alrededor tuyo. De repente me miras y sonries. Tal vez fue solo un rictus de dolor, pero es lo que recuerdo o lo que quiero recordar.

Las estrellas estĂ¡n mĂ¡s lejos y ya no escuchas nada. La luna estĂ¡ clara y grande, reflejada a tu lado. -Me tengo que ir- ¿lo dije yo o te escuchĂ©? da igual ahora, porque tu voz es la mĂ­a y tu recuerdo se mezcla con mi visiĂ³n.
-Me tengo que ir- sonrĂ­o. -Todo va a estar bien- mentimos. Y me fui yendo y te dejĂ© 
con la mirada fija en las estrellas.

La carretera era una cinta y tĂº, un punto. A lo lejos, luces y aullidos van por ti.



foto: Avard Woolaver

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