Confidencias de un senderista
Es una Ă©poca desconectada, de largas tardes con olor a papel. Un hĂ©roe va emergiendo de entre las pĂ¡ginas de aquella historieta aparecida en la ruma que crece como el polvo. La radio es a pilas y la historia cuenta sobre un joven que se aburrĂa en el colegio, mientras soñaba con historias de aventuras, monstruos marinos y peleas de piratas. Imposible que la sombra del superhĂ©roe, en el que se convertirĂa pĂ¡ginas adelante, no se proyectara sobre ese niño que leĂa. QuerĂa ser como Ă©l.
Durante años esa historieta estuvo sobre cualquier Batman o Superman, mĂ¡s adelante cubriĂ³ las tapas de Tonys o Dartagnans, y hasta logrĂ³ colarse en algĂºn librero de soltero reciĂ©n mudado. Pero llegĂ³ el momento en el que los deberes y ocupaciones del nuevo adulto lograron vencer al compañero de aventuras y una capa de olvido la fue extraviando hasta perder por completo el camino de retorno.
Pasaron los años y en algĂºn momento de esta Ă©poca, de conocimiento e informaciĂ³n instantĂ¡nea, la dĂ©bil luz del recuerdo de aquellas viñetas comenzĂ³ a parpadear. BusquĂ© y, como quien va armando un rompecabezas incompleto, fui atesorando cada lĂ¡mina que aparecĂa en la pantalla. Sin embargo la emociĂ³n mayor fue encontrar junto a estas una legiĂ³n que habĂa vivido junto a mĂ, sin saberlo, esas mismas pĂ¡ginas y creado un vĂnculo con la historia del hĂ©roe de la Guerra del PacĂfico.
Fue una inmensa emociĂ³n imaginar que, mientras pasaba aquellas pĂ¡ginas misteriosas (pues hasta ahora no sĂ© quiĂ©n la dejĂ³ en mi caja de historietas), otros niños como yo eran testigos del instante en el que Grau se despedĂa sereno y hondo de sus hijos o la conmovedora carta dirigida a la esposa del capitĂ¡n Prat.
Como retribuciĂ³n a ese mundo maravilloso de las redes sociales preparĂ© una nota de Facebook con lo recopilado. Dirigida a quien corresponda. A todos aquellos que, como yo, recordaban al hĂ©roe de infancia y no al muñeco de bronce que aparece en todos lados.
Hasta que ella me escribiĂ³.
Lidia no solo me contĂ³ que era sobrina de Luis Baldoceda (el artista que ilustrĂ³ aquella historieta capaz de hacer que un niño sueñe y se obsesione con un hecho histĂ³rico) sino tambiĂ©n tuvo el detalle de enviarme una curiosidad, que en verdad es una joya en la historia del comic nacional: la foto de la tapa de un boceto realizado por su tĂo en 1956, cuando tenĂa 12 años, para un breve cĂ³mic titulado "El Rayo". Dicha historieta se desarrolla en Lima de los años 50 y ya se puede reconocer el trazo de Baldoceda que ilustrĂ³ a Grau en 1979.
MĂ¡s adelante nos pudimos reunir, no solo se apareciĂ³ con una copia de la historieta de mi infancia sino con algunas mĂ¡s. Una de ellas, "Confidencias de un senderista", le jalĂ³ el ojo a mi gran amigo HernĂ¡n Migoya. Y Ă©l sabe, claro que sabe, de historietas y de historias. AsĂ que la subĂ, porque no la presto.
Por encargo de Lidia, sigo buscando editor para una nueva historieta que Luis Baldoceda tiene en ciernes y espera poder lanzar para el bicentenario. He visto (y tengo) los bocetos, pero no creo que deba colgarlos. Solo puedo decir que estĂ¡ buenĂsimo. No he tenido suerte con quienes me entrevistĂ©, sin embargo tal vez ahora ocurra como aquel dĂa que subĂ las viñetas de Grau y por ahĂ el elegido responda.
SerĂa extraordinario.
AquĂ les dejo lo que copiĂ© para Migoya. DisfrĂºtenlo:
Durante años esa historieta estuvo sobre cualquier Batman o Superman, mĂ¡s adelante cubriĂ³ las tapas de Tonys o Dartagnans, y hasta logrĂ³ colarse en algĂºn librero de soltero reciĂ©n mudado. Pero llegĂ³ el momento en el que los deberes y ocupaciones del nuevo adulto lograron vencer al compañero de aventuras y una capa de olvido la fue extraviando hasta perder por completo el camino de retorno.
Pasaron los años y en algĂºn momento de esta Ă©poca, de conocimiento e informaciĂ³n instantĂ¡nea, la dĂ©bil luz del recuerdo de aquellas viñetas comenzĂ³ a parpadear. BusquĂ© y, como quien va armando un rompecabezas incompleto, fui atesorando cada lĂ¡mina que aparecĂa en la pantalla. Sin embargo la emociĂ³n mayor fue encontrar junto a estas una legiĂ³n que habĂa vivido junto a mĂ, sin saberlo, esas mismas pĂ¡ginas y creado un vĂnculo con la historia del hĂ©roe de la Guerra del PacĂfico.
Fue una inmensa emociĂ³n imaginar que, mientras pasaba aquellas pĂ¡ginas misteriosas (pues hasta ahora no sĂ© quiĂ©n la dejĂ³ en mi caja de historietas), otros niños como yo eran testigos del instante en el que Grau se despedĂa sereno y hondo de sus hijos o la conmovedora carta dirigida a la esposa del capitĂ¡n Prat.
Como retribuciĂ³n a ese mundo maravilloso de las redes sociales preparĂ© una nota de Facebook con lo recopilado. Dirigida a quien corresponda. A todos aquellos que, como yo, recordaban al hĂ©roe de infancia y no al muñeco de bronce que aparece en todos lados.
Hasta que ella me escribiĂ³.
Lidia no solo me contĂ³ que era sobrina de Luis Baldoceda (el artista que ilustrĂ³ aquella historieta capaz de hacer que un niño sueñe y se obsesione con un hecho histĂ³rico) sino tambiĂ©n tuvo el detalle de enviarme una curiosidad, que en verdad es una joya en la historia del comic nacional: la foto de la tapa de un boceto realizado por su tĂo en 1956, cuando tenĂa 12 años, para un breve cĂ³mic titulado "El Rayo". Dicha historieta se desarrolla en Lima de los años 50 y ya se puede reconocer el trazo de Baldoceda que ilustrĂ³ a Grau en 1979.
MĂ¡s adelante nos pudimos reunir, no solo se apareciĂ³ con una copia de la historieta de mi infancia sino con algunas mĂ¡s. Una de ellas, "Confidencias de un senderista", le jalĂ³ el ojo a mi gran amigo HernĂ¡n Migoya. Y Ă©l sabe, claro que sabe, de historietas y de historias. AsĂ que la subĂ, porque no la presto.
Por encargo de Lidia, sigo buscando editor para una nueva historieta que Luis Baldoceda tiene en ciernes y espera poder lanzar para el bicentenario. He visto (y tengo) los bocetos, pero no creo que deba colgarlos. Solo puedo decir que estĂ¡ buenĂsimo. No he tenido suerte con quienes me entrevistĂ©, sin embargo tal vez ahora ocurra como aquel dĂa que subĂ las viñetas de Grau y por ahĂ el elegido responda.
SerĂa extraordinario.
AquĂ les dejo lo que copiĂ© para Migoya. DisfrĂºtenlo:
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