Cocinándome
Una de las peores cosas que existe es preparar la mesa para alguien y terminar comiendo solo.
Recuerdo la época de estudiante cuando llegaba a casa y encontraba la mesa preparada por mi mamá, quien me esperaba para almorzar: yo llegaba, me cambiaba y salía corriendo diciéndole que no me provocaba o que estaba apurado. Me perseguía hasta la puerta repitiéndome ¿No vas a comer nada, hijo? Algo que me molestaba muchísimo. Si no quiero comer pues. ¿No entiendes?
También recuerdo cuando preparaba el desayuno y, mientras me ponía la mochila, miraba todo listo sobre el mantel. Abría la puerta y me iba sin siquiera tomar un pan de la mesa. Vienen a mi mente las escenas y siento lo mismo que sentía mientras subía al ómnibus: una mezcla de ira y tristeza por esa señora que se quedaba en casa con todo listo… para nada.
Me pregunto si esto que me pasa ahora es sólo para darme cuenta de las veces que dejé una mesa servida por alguien que me quería mucho. Pienso en si será tan sólo el epílogo de una historia de mohines por estar apurado, de dejar a alguien esperando por pensar en la cantidad de cosas que tenía que hacer.
Si es así, bien merecido lo tengo. Aunque mi proceso sea distinto al de mi madre: ella no pasó nunca por la ira, la depresión y el lamento. Ella iba directo al lamento. Con suspiro incluido.
Creo que la cura es sentarse en solitario y tomar el desayuno en dos tazas. Como hice hoy. O como ayer, descongelar en el microondas las dos presas que compré la noche anterior, ver una excelente película (si es en blanco y negro y comenzada mejor... de esas que nunca sabrás cómo se llamaban. Como para no comentarlas con nadie) y almorzar en dos tandas. Solo.
Lo peor es almorzar solo con el teléfono en la mano, lleno de llamadas y de mensajes: todas con pedidos, favores o indicaciones. Muchas palabras que me traen única y exclusivamente trabajo. Nada de afecto.
Cada día que pasa voy entendiendo más a alguien a la que nunca pensé que entendería. Cuántas veces habrás esperado una llamada mía postergada por la urgencia de las horas y las obligaciones. Postergada para siempre, hasta nunca, con la mesa servida, con el sueño ausente a estas alturas de tu vida por acostumbrarte a esperarnos. ¡Qué paciencia has tenido todos estos años vieja!
Hoy es muy tarde, sé que estás despierta porque eres como yo. Pero mejor te llamo mañana. Un beso.
Recuerdo la época de estudiante cuando llegaba a casa y encontraba la mesa preparada por mi mamá, quien me esperaba para almorzar: yo llegaba, me cambiaba y salía corriendo diciéndole que no me provocaba o que estaba apurado. Me perseguía hasta la puerta repitiéndome ¿No vas a comer nada, hijo? Algo que me molestaba muchísimo. Si no quiero comer pues. ¿No entiendes?
También recuerdo cuando preparaba el desayuno y, mientras me ponía la mochila, miraba todo listo sobre el mantel. Abría la puerta y me iba sin siquiera tomar un pan de la mesa. Vienen a mi mente las escenas y siento lo mismo que sentía mientras subía al ómnibus: una mezcla de ira y tristeza por esa señora que se quedaba en casa con todo listo… para nada.
Me pregunto si esto que me pasa ahora es sólo para darme cuenta de las veces que dejé una mesa servida por alguien que me quería mucho. Pienso en si será tan sólo el epílogo de una historia de mohines por estar apurado, de dejar a alguien esperando por pensar en la cantidad de cosas que tenía que hacer.
Si es así, bien merecido lo tengo. Aunque mi proceso sea distinto al de mi madre: ella no pasó nunca por la ira, la depresión y el lamento. Ella iba directo al lamento. Con suspiro incluido.
Creo que la cura es sentarse en solitario y tomar el desayuno en dos tazas. Como hice hoy. O como ayer, descongelar en el microondas las dos presas que compré la noche anterior, ver una excelente película (si es en blanco y negro y comenzada mejor... de esas que nunca sabrás cómo se llamaban. Como para no comentarlas con nadie) y almorzar en dos tandas. Solo.
Lo peor es almorzar solo con el teléfono en la mano, lleno de llamadas y de mensajes: todas con pedidos, favores o indicaciones. Muchas palabras que me traen única y exclusivamente trabajo. Nada de afecto.
Cada día que pasa voy entendiendo más a alguien a la que nunca pensé que entendería. Cuántas veces habrás esperado una llamada mía postergada por la urgencia de las horas y las obligaciones. Postergada para siempre, hasta nunca, con la mesa servida, con el sueño ausente a estas alturas de tu vida por acostumbrarte a esperarnos. ¡Qué paciencia has tenido todos estos años vieja!
Hoy es muy tarde, sé que estás despierta porque eres como yo. Pero mejor te llamo mañana. Un beso.
14 comentarios
Todo lo que dices me deja con un aire mas que melancólico, ni siquiera me sale decirte algo para molestarte.
Será que yo he comido sola demasiadas veces, pero por diferentes razones a las tuyas.
Necesitas paciencia lobo, mucha paciencia y no ser tan impulsivo. Aunque no hemos hablado al respecto, supongo que las balas van en ese sentido. Relajate un poco ... tu compare.
COMO MADRE...AUNQUE TENGO HIJAS MUCHO MENORES QUE TU...TE DIGO QUE NO HAY HORA...NUNCA ES TEMPRANO NI TARDE NI NADA CUANDO SE TRATA DE LOS HIJOS...YA SEA BUENA O MALA NOTICIA...LLLAMA A TU MAMA...NO IMPORTA LA HORA...
Cuántas veces te he dicho que me llames????
Te quiero.
Asi es, aun tienes TIEMPO y felizmente la tienes cerca y viva....felizmente las mamas (sobretodo ella) se olvidan y perdonan todo...tienes si Dios quiere como 30 anhos o mas para recuperar el tiempo perdido y empezar de nuevo (ahora q ya sabes lo q se siente). nunca es tarde.
besitos
Nunca está en la casaa!!!
Ya llamé cuatro veces y nada!
Me puse a revisar post anteriores por un tema en particular.... la pelicula de los transformers.
Lo último q pusiste fue "falsa alarma" si es que he buscado bien...
Ya lo debes haber visto.... En el cinemark del jockey plaza ya está el afiche.....
sigue llamando no mas :)
La relación con los padres mejora muchísimo cuando uno sale de la casa.
=)
Tomar distancias (dejar la casa de los padres) nos hace reflexionar a muchos de nosotros (siempre hay los que no piensan en nada!) en todo lo que significan los padres. Muchas veces los llegamos a entender mejor en ese momento... Pero como dice Rose, eres afortunado en tenerla contigo todavía, dile TODO!!!
me kagaste el bobo...
Lo hermoso es que tienes a tu mamá cerca, cerca...
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comer sola, ahora lo disfruto, ando con mi discman, y sí, sin llamadas abrumadoras, sin voces molestas o frías. Si como con mi niño, bien, bien y sonrisas, y a vewces una renegadita reprimida :)
es que la soledad no molesta.
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