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SAVIA de Luis Alberto León.

Otra herida que nos impide abrazarnos como Nación. Origen de grandes fortunas y de inmensos surcos sociales, caldo originario de la actual tendencia a dirigir y emprender en un país complejo y de venas abiertas.
La instalación inicial nos sumerge en un agujero dentro del Amazonas, en un momento de nuestra historia que los libros escolares titulan con nombre onomatopéyico y al que siguen solo algunos guarismos que indican un efímero crecimiento económico: "el boom del caucho".


Ese inmenso silencio que sigue a los números grita un nombre bajo la superficie en la que quedan los textos "oficiales" (hoy hasta wikipedia y gran parte de la clase dirigente le es anuente): Julio César Arana, empresario, político y promotor del caucho cuyo legado de fuego y sangre fue directamente proporcional al de su inmenso poder y fortuna. Si el personaje de Kurtz, de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, tuviese un paralelo americano de carne y hueso, este sería sin ninguna duda Julio César Arana.
En #Savia vemos a un delirante Don Jesús (Leonardo Torres Vilar), viejo cauchero agonizante e inspirado, presentimos, precisamente en Arana. Alrededor de él zapatea la muerte. Pero no está solo, tres espíritus lo rodean ansiosos: tres mujeres amazónicas buscan recuperar sus cabezas, para lo cual deben purgar a su asesino reviviendo sus culpas.
Revista 15 minutos Perú

Cada plan (fallido) para lograrlo es como un machetazo que va abriéndonos paso a través de una maleza de recuerdos que van modelando la verdadera cara de aquel viejo decrépito y agonizante cuya única compañía es una enfermera (Patricia Barreto) a quien por momentos cholea, humilla y, sin embargo, dice cosas como "eres como mi hija", dibujando una estremecedora metáfora de las relaciones entre clases sociales: vertical, paternal y profundamente despectiva. Muy reconocible y, por si quedase duda, subrayada en el momento en el que en la TV aparece Juan Velasco Alvarado dando un discurso y Don Jesús explota: "¡Quítame a este infeliz pobre diablo!" a la vez que es retrucado por la cuidadora: "¡Pero dicen que la gente lo quiere!" pataleta que termina con el televisor apagado.
Sin embargo la gran metáfora, son varias pues es una obra cargada de simbolismo, es aquella de la nodriza "Rosita", mujer amazónica que cuidaba a Don Jesús de niño y cuyo recuerdo aparece en contraposición al de la madre: mujer hermosa, sofisticada y distante que sorprende a Rosita dándole el pecho a Jesucito de 7 años. La madre, en un arranque de ira envía a cortarle los pezones. El apego que siente el niño Jesús hacia "mamá Rosita" es tal que reincide, ocasionando un final estremecedor que termina revelando a Rosita como un personaje mucho mayor en la historia: ella es el Amazonas mismo, que dio su savia, alimento, crecimiento y a cambio recibió azote y fusta, holocausto y olvido.


Sobre todo olvido. Largo tiempo de olvido de la Amazonía que es tratada como la nodriza pródiga pero odiada, despreciada, de la que uno debe olvidar el sabor a punta de ají y helados (recuerden eso, es tremendo). Sin embargo estas almas no dejarán que esto ocurra, no descansarán hasta recuperar sus cabezas, su cultura, su identidad. Es imposible no emocionarse cuando lo logran y se sorprenden ellas mismas hablando en su propio idioma.
Notable obra de #LuisAlbertoLeon dirigida por #ChelaDeFerrari, la segunda en la trilogía iniciada con #LaCautiva. Una manera de curar ciertas heridas es comenzar por sacar metros de metros de vendajes sucios y repasarlas hasta sanar.

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