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Fantasmas y pesadillas.

Dos sombras se tambalean en medio de la calle. Ella lo besa y él siente el dulzón sabor del alcohol. Fruta madura, demasiado madura. Ella lo besa con pasión, con deseo, como hace años no lo hacía.

Las caricias suben calle arriba y él no deja de pensar que, a diferencia del marido al que le encantaba empinar el codo, a él no le gusta beber nada. La besa igual. La quiere. La desea. La ama. La abraza y ella frota su pubis formando figuras ora cóncavas ora convexas. Hace años que no lo deseaba así y la mente es lo más absurdo del mundo porque en vez de sentirse halagado y feliz el aliento a licor lo hace pensar en él. En esa misma boca alcoholizada que lo está besando ahora, en esa sonrisa torcida, en ese tambalearse y trastabillar mientras lo acaricia. En esa noche ebria que la vio acariciarlo como ahora lo acaricia a él.

El deseo y el pensamiento luchan. Al final es una tontería pasar un mal rato por eso y la besa y se sumergen en esa cama. Esa cama que atormenta sus noches. Que le habla. Que le grita. Que le dice que se largue. Que no lo deja amarla por completo. Que transforma cada gota de semen en un recuerdo adivinado.

Y se duerme. Él mira cómo ella se adentra en el río de la memoria y de lo inevitable y se acerca al borde de su insomnio. Lo mira y pregunta "¿por qué estás con esa carita?" él no dice nada y la deja sumergirse en una pesadilla sin querer.

Él se asoma y cae.

El remolino lo jala hacia el fondo, donde habitan los fantasmas del pasado aguardando con el tejido urdido para atraparlo. Lo envuelven. A pesar de los años el veneno funciona y cada fibra se adhiere como cuando salió de la araña. Ahí se enfrenta a la pesadilla. La conoce por fin: tiene dos piernas y brazos como ramas babosas y purulentas. Ella sonríe con cada una de las ramas que la envuelve y la ensucia. Que le enrolla las piernas que él adora, ajusta su cintura, ondula sus senos y se le mete por la boca, hasta el fondo del alma.

Él despierta sudoroso y la mira dormida. El olor a licor llena la habitación y la cama lo odia como nunca. Él quiere huir pero la pesadilla está aquí, sentada a los pies de la cama, junto a la puerta.

Grita.

Ella se despierta y le dice que no es nada, que es un amigo y le reduce el dolor a la mínima expresión. Nada que un Maritni en una cita de trabajo no pueda curar.

Él se queda, se queda igual. Da vueltas en la cama hasta marearse. Amanece mirando la luz de la ventana y vuelve al silencio y a los ojos de quien no puede recordar lo que pasó el día de ayer.

Ella sonríe, él la mira, se asoma y cae. Grita.

Se queda, se queda igual a vivir junto a la pesadilla que, como una enredadera, se mete por el pubis de ella. Ora cóncavo ora convexo. Todos juntos y atrapados en la cama gigante que lo quiere matar.

Él la mira, se asoma y cae. Ella sonríe. Él grita hasta convertirse en pesadilla de brazos como ramas, babosos y purulentos. De aliento a anciano y a licor francés.

4 comentarios

gang dijo...

bastante fuerte la presencia de el como para catalogarlo de fantasma... asi queramos...

Anónimo dijo...

Lamentablemente la sensibilidad no es recíproca. Se nota. Seguro que cree que no pasa nada.

Anónimo dijo...

a veces las memorias matan el presente. que tal pesadilla

djmaghim dijo...

bien eroticon resulto estimado GLOBITO

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