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Amelia por un día.

Cuando Amelia se enteró que sería madre luego de dieciocho años y por tercera vez, se aterró.

No era posible con tantas pastillas, tanto cálculo y tan poco sexo. Pensó incluso en un error del laboratorio aunque este diagnóstico confirmara el resultado que obtuvo en el baño con el test que le recomendó la farmacéutica.

¿Qué le va a decir a Luciano? Acaba de terminar con él hace una semana, le había hablado de libertades, de independencias, de etapas ya pasadas que no estaba dispuesta a retomar. Había empaquetado cariñosamente la propuesta de su ex novio en una envoltura de éxito profesional, problemas financieros e incapacidad de soportar nuevamente el peso de una familia. Lo despachó con una sonrisa a él y a sus sueños de formar con ella una pareja estable.

¿Lo llamaría para decirle que lo había pensado mejor y que en el fondo también quiere tener hijos y compartir la vida con él? ¿No le diría nada y avanzaría estoicamente sacando adelante su nuevo retoño con el doble de trabajo y con cero tiempo para ella?

¿Qué le diría a sus hijos? ¿Qué tendrían un hermanito sin padre? ¿En qué estaba pensando cuando se metió con el mejor amigo de su hermana? ¿En qué pensaba cuando se creyó lo de la familia feliz, del imposible del padre, madre y en la casa compartida?

La decisión que tomó no era la mejor, tampoco la peor. Era la única que se le ocurrió:

- ¿Aló? ¿Luciano?
- No, habla un amigo, Ricardo. Luciano dejó el teléfono en mi casa.
- Ah. ¿Sabes si lo recogerá hoy?
- Mira, no creo que sepa ni siquiera que lo ha dejado aquí. Estaba medio preocupado y tan volado que seguro mañana se acuerda.
- Si, disculpa que sea tan pesada. Pero ¿tú crees que si llama o va le puedas decir que Amelia necesita hablar con él?
- …
- ¿Sí?
- Si…claro. ¿Tú eres Amelia? ¿Su novia? Bueno… su ex…novia.
- ¿Te habló de mí?
- Claro. Mira, él estuvo aquí y conversamos…
- ¿De qué?
- Bueno…de muchas cosas… ¿tú crees que podamos encontrarnos en algún sitio?
- Eh… claro. ¿Te queda cerca el Starbucks del Polo?
- Ok. ¿En una hora?
- En una hora.

Qué extraño, no conocía a ese tal Ricardo. Y Luciano no era muy amiguero que digamos. Menos era de los que le contaba sus problemas a cualquiera. Este tenía que ser un amigo muy cercano. Qué raro que no le hablara nunca de él.

Salió con el mismo buzo con el que vino de la clínica. Se sentó en una de las mesas esperando reconocer al tal Ricardo. Pasaron treinta minutos y se comenzó a impacientar. A la hora de esperar llamó al número de Luciano.

No contestó nadie.

- “Hola, soy Luciano, déjame tu mensaje después de la señal”
- Hola, Luciano. Estoy en Starbucks del Polo. Eh… quedé con tu amigo Ricardo, donde… eh… con el que dejaste tu teléfono. Llámame cuando puedas.

Volvió a llamar media hora después y nada. Ya era de noche, el café estaba helado y no tenía noticias del tal Ricardo.

Antes de ir a su casa, manejó rumbo a la casa de Luciano. Tocaría la puerta y hablaría con él. Es mejor que decírselo por teléfono. Al final él siempre se quejaba de la mala comunicación entre ellos. No podía entender la falta de tiempo o el exceso de trabajo. Para Amelia siempre fue mejor mandar un mensaje de texto o un email.

Las luces estaban apagadas y al parecer no había nadie. Se estacionó en la vereda del frente ya que una camioneta roja obstruía el paso al garaje. Esperó unos diez minutos y estaba a punto de irse cuando la luz del farol se enciende y una morena despampanante sale de la casa.

Amelia abre bien los ojos. No lo puede creer: ve a Luciano que sale, mira a la derecha, luego a la izquierda y abraza a la mujer de jeans apretados y camiseta cortada sobre el ombligo, se le cuelga del cuello y se despide con un impúdico beso en la boca. Camina hacia la camioneta roja y le hace adiós con la mano. Luciano se despide igual, la mira alejarse y cierra la puerta.

Amelia está ahí, en la vereda del frente. Aún no puede creer lo que vió. Siente que tiene una responsabilidad grande y que no la puede asumir sola. Siente que fue engañada, aunque se siente culpable. Imagina que al final no importa lo que haga, total ella terminó con él hace una semana. Siente que tiene que hacer algo, que tiene que tomar una nueva decisión

Pero esta vez no está sola. Algunas personas la ayudarán a decidir. Entre ellas tú.
Qué harías tú si fueras Amelia en ese momento:
Bajo dignamente y toco la puerta para darle la noticia de la manera más ecuánime y haciendo como que no vi nada.
Enciendo el auto y lo estrello contra la casa de Luciano.
Bajo del auto, toco la puerta, le digo que vi todo y que se vaya a la mierda… y “¡Ah..! estoy embarazada, pero no se te ocurra llamarme"
Busco hasta dar con el tal Ricardo y le pregunto qué es lo que le contó Luciano
Me regreso a casa y no le cuento nada nunca.




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5 comentarios

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Qué bravo, no sé.


:)

Me dijo...

NO vale la pena sacarle la michi... sólo conociendo toda la verdad me dejaría llevar por mis impulsos... si no.. actuaría alocadamente y tomaría decisiones erradas

Rose dijo...

Y no hay la opcion de "bajo hecha una histerica diciendole que vi todo pero igual le cuento (sin decirle q se vaya a la mierda), total hace una semana q lo chotie?"

Anónimo dijo...

creo que perdió con fuerza ¿la morena no será ricardo?

Tortuga Maldita dijo...

Yo que ella le aviso del bebito por via Ricardo.

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